22 de mayo de 2011

NASSER BUSCA OTRA VIDA

Nasser busca otra vida

Da la sensación de que su sonrisa ocupa el lugar de todo aquello que le falta, incluso del vacío físico que provoca vivir sin riñones desde la infancia. Necesita un trasplante para lograr mantenerla.

El joven Nasser, en primer plano, y al fondo, pensativo, su padre, Bachir, en la casa familiar de Arrecife. FOTO: ADRIEL PERDOMO 
 

GREGORIO CABRERA, ARRECIFE.
Parece que su existencia se resume en la cadencia que emplea Bachir al preparar un té al modo saharaui, en ese tenaz e inevitable caer del líquido ámbar. Hay que tener paciencia, pulso y dar a probar la bebida en el momento justo, para que ni queme los labios ni sea una muestra de tibieza que enfríe el espíritu. Abdel Nasser Hmed López, su hijo, habla mientras se escucha de fondo el sonido del té al precipitarse con precisión sobre las pequeñas tazas, pero más que sus palabras habla su mirada, que tiene algo de la infinitud del desierto y es sobre todo la propia de alguien que batalla y se aferra al mundo desde que entró en él con dos riñones que no funcionaban y que acabaron por desaparecer. Este joven nacido en Arrecife es de las pocas personas en España que vive con esta deficiencia. El té está servido. Nasser sonríe y muestra la mejor cara a una vida que se ha mostrado dura y por la que transita siendo un ejemplo de resistencia tras 23 años, 38 operaciones, dos comas, millares de horas de diálisis, diecisiete años a la espera de un trasplante y mil sinsabores y recompensas.

Nasser busca una vida que no tiene y que posee la forma de un riñón sano, al menos uno. Una vez, en 1997, cuando estaba ingresado en el Hospital de La Paz de Madrid, apareció en su habitación Ana Botella, mujer del ex presidente José María Aznar. "Vamos de excursión", le dijo. "Me llevó a Valladolid, la verdad es que no sé por qué, y de repente me rodearon un montón de cámaras y empezaron a hacerme fotos, traca, traca, traca..." Aquellos fogonazos dieron lugar a la oscuridad. Ningún político se hace fotos hoy en día con Nasser ni con otros muchos que están en la lista de espera para un día a día mejor. Desde que se mudó definitivamente a Lanzarote tras su periplo médico por la capital, hace ya cuatro años, no ha sonado nunca el teléfono para avisarle de la posibilidad de un transplante. Una vez le llamaron para unos análisis en Tenerife. Cuando él y su padre llegaron a Santa Cruz les recibieron como a los que ven aterrizar a unos marcianos en la azotea. Nadie había avisado de que iban. Cuando pasan esas cosas no hay políticos ni fotógrafos cerca.

Agua de desierto

Cuando te dan la vida lo habitual es que pase un tiempo hasta que aprendes que debes luchar por ella. Nasser no tuvo espacio para eso tras asomar la cabeza el 15 de diciembre de 1987. A los dos meses su cuerpo se hinchó como un pez globo fuera del agua. Las pruebas determinaron que sus riñones eran inútiles. A los once meses le pusieron un riñón que aguantó en su interior durante unos cinco años mientras los dos con los que había nacido se consumían como una gota de agua en el mediodía del Sahara. Cumplidos los seis años su cuerpo dijo basta otra vez, rechazó el órgano implantado y dejó de nuevo al pequeño Nasser al filo de la supervivencia.

Compartió planta en Madrid con pequeños enfermos de cáncer y otras dolencias graves. Allí, en el propio centro hospitalario, fue a la escuela, a su lado, durante varios meses, la mayor parte de ellos durmiendo en una butaca, estuvo Bachir, el padre entregado que ha querido donarle un riñón a su hijo corriendo el riesgo de que no funcionara y se viera él mismo postrado ante la máquina hemodiálisis. "No ha sido factible", susurra Bachir con un brillo de pena inmensa en los ojos, que en ese momento brillan más que el té al aire cuando es escanciado.

Nasser pasó a continuación por una casa de monjas y por un centro de menores. Hoy, asentado en Lanzarote, se cierne sobre él otra sombra negra, en este caso la necesidad de tener que trasladarse a Madrid si no se produce antes un trasplante que aquí en Canarias parece imposible. Además, no está satisfecho con el servicio de diálisis que recibe en Arrecife. Nasser persigue otra vida, una que le permita conservar por siempre la sonrisa que regala sin preguntar, con la fuerza de quien conoce el valor de cada sonrisa, de cada segundo en esta terrena existencia.


Fuente: laprovincia.es

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