SIDAMI MOJTAR AHMED
"En el ejército comprendí el valor de la patria y fui un combatiente más"
Trabajé como A.T.S. en un momento en el cual el trabajo de la mujer no se veía con buenos ojos. Al fundarse el Frente Polisario me incorporé a sus filas. En el momento en que se inició mi experiencia en el Frente, concretamente en noviembre de 1975, fui designada enfermera de la ciudad de Amgala. Ante la inminente ocupación de los agresores marroquíes, los inermes habitantes evacuaron la ciudad; por mi parte, preferí quedarme con los combatientes, sabiendo que aquí sería de más utilidad debido a la seria necesidad de especialistas.
Después de reestructurar el ejército, fui designada en la 2ª región. Esto para mi representaba un doble desafío, primero como mujer y segundo como enfermera. Entre el fuego de los cañones participé en todos los enfrentamientos que me fueron asignados. Dentro de las batallas llevaba a cabo varias funciones: conducía para transportar a mis compañeros, curaba a los heridos; todo esto me exigía una inmensa seriedad y coraje. Era una misión que no aceptada la indecisión, a la vez que siempre es durísima. A veces, tenía que amputar el miembro de un compañero herido. Con tantos heridos, en vano intenté a veces salvarlos de la muerte, en momentos en que escaseaban las medicinas, y nuestra necesidad de vehículos de transporte acuciante; otras veces, en cambio, vencíamos a la muerte pese a la gravedad de las heridas.
Desde entonces, muchos compañeros me profesan afecto y consideración. Esto para mi, aparte de ser mi deber, es motivo de orgullo.
Con mis compañeros combatientes de la II Región me une una relación de aprecio mutuo y de profunda amistad. Nunca me sentí con ellos inferior ni extraña. Cuando mi uniforme se empapaba de sangre, vestía sus ropas. Comprendí, después de todo, que estaba contribuyendo a crear la gloria de la mujer saharaui.
Estos ásperos años me endurecieron muchísimo.
El otro día, cuando logré comunicarme con mi hija en El Aaium ocupado, después de 20 años de separación y de haberla dejado cuando sólo contaba con 40 días, no lloré al hablar con ella, y es más, sentí una sensación extraña, como si no hubiésemos estado separadas durante 20 años.
Cuando estuve en la 2ª Región con los combatientes, me casé por segunda vez, y fue una boda especial, muy arropada por los compañeros, los cuales hicieron que me olvidara de las penalidades que había pasado anteriormente. Mi hija Fátima es el fruto de esta boda excepcional, con uniforme militar.
Tuve que volver a los campamentos en al año 1982 para dar a luz, lo cual me obligaba a ocuparme de mi hija durante un tiempo, y por eso, tuve que desempeñar mi función de enfermera en el hospital militar "Mártir Bol-la". Después del alto el fuego y por mi complicado estado de salud, empecé a trabajar en la Dirección General de Salud.
De los momentos que jamás olvidaré en mi vida recuerdo en una ocasión que enfermé y no pude ir con la unidad, que iba a hacer un ataque. En aquella ocasión, mi hermano menor formaba parte de esa unidad, vino a despedirme y me dijo estas palabras que jamás olvidaré: "quizás no nos volvamos a ver". Y efectivamente, esa fue la última vez que nos vimos ya que cayó mártir en esa batalla.
En otra ocasión recuerdo una anécdota de dos chicos jóvenes que formaban parte de la unidad y era muy amigos, los tengo grabados en la memoria ya que eran dos chicos que eran muy vivos y alegres que siempre animaban a los demás con sus chistes y bromas. Aquel día, después de la batalla, los dos jóvenes resultaron heridos y los trajeron al lugar de la atención médica. Yo estaba muy preocupada por el estado de salud de ambos, ya que eran heridas muy graves. Cuando fui a atender a uno de ellos, me dijo entre bromas que cuidara al otro y que me ocupara de que no viviera después de él, lo que mi hizo pensar mucho tiempo después que esos chicos querían seguir juntos hasta en la muerte; y así fue realmente porque no pudimos hacer nada para salvar sus vidas.
A pesar de todas las penalidades hay situaciones maravillosas, dignas de recordar, y sólo se viven en el mundo de los combatientes. De estas situaciones podría destacar el increíble grado de hermandad y compañerismo existente entre ellos, lo que eleva el sentido patriótico de cualquier individuo y hace que todos los sacrificios por tener una vida digna sean sencillos.
La vida de los combatientes está llena de sacrificios, compañerismo y camaradería, cosa que los convierte en una gran familia unida por un sólo objetivo. Se me han ofrecido muchos cargos y funciones civiles, pero cediendo a la voluntad de mis compañeras acepté al ser elegida como miembro del Buró Permanente de la Unión Nacional de Mujeres Saharauis, lo cual me honra.
Visito frecuentemente las regiones militares y sigo creyendo que la profesión de combatiente sigue siendo mi favorita y los combatientes constituyen para mi un ejemplo de sacrificio cotidiano.
Fuente 1: Confesiones de mujer: testimonios de mujeres que han creado razones de existencia. Publicado por el Principado de Asturias.1995.
Fuente 2: mujeresaharauis.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario